viernes, 29 de mayo de 2020

Normalidad

Es 29 de Mayo y huele a verano. Llevo un par de días estudiando con la ventana abierta de par en par, dejando que entre el mayor aire posible mientras la habitación se llena de ruido y vida. Un perro que ladra, una bocina que suena, un coche al que el motor le suena más de la normal, unas amigas que se encuentran. Las obras del vecino, el taladro incesante, el martillo...
Salgo a la calle y la gente pasea, los niños corren, la música suena, las colas en las heladerías, las terrazas llenas.

Todo a punta a la normalidad.

Pero lo cierto es que nada es normal. Estoy en casa con mis padres, ellos teletrabajan, yo tengo clases online. La gente sale como si no hubiera un virus circulando por el país. La gente consume como si no hubiera miles (por no decir millones de personas) que no tienen que llevarse a la boca. Como si lo que importase fuera comprar en las tiendas de ropa que han abierto.
Ya no hay aplausos a las 8, pero si caceroladas a las 9. La gente se manifiesta. Libertad claman.
Yo clamaría por seguridad, por coherencia, por menos bandazos e improvisación. Más generosidad de la clase política, menos insultos. Un trabajo digno, un salario decente. Tiempo para trabajar y para los tuyos.

El whatsapp no suena, no hay notificaciones. Pero eso sí es normal. Ahora que la gente vuelve a estar ocupada ya nadie se acuerda que en realidad tu vives en una burbuja constante.

He dejado en una Fase distinta a amigas, a mi hermana, a mis primos, a mi barrio... Los echo de menos. Porque son los que aun estando en esta aparente normalidad son los que siguen estando ahí.

Pero hoy tengo un buen día. Ayer me tocó leer uno de esos casos prácticos que llevo haciendo toda la semana. Me salió bien. Me gusta, me entretiene, hace que mi cerebro funcione a mil por hora. Hoy si creo que lo puedo lograr, aunque luego me tiemble la voz al leer, aunque a veces dude de mis posibilidades. 

Me merezco ese "muy bien".

Ahora que se acerca Pentecostes, más que nunca: Señor dale al esfuerzo su mérito.

Odio que los post se me queden a medio hacer. Como si las ideas se fueran a la mitad. Pero es que esto se está convirtiendo en mi nueva normalidad.

martes, 17 de marzo de 2020

¿Como voy a querer olvidarte si estamos hechas para recordarnos?
Te avisé sin prisa: Mi vida es una ventana abierta.

Pero todas las puertas están cerradas.

Tu me miraste la mano, y lo dijiste, así con el mar entre los dientes: no vuela quien tiene alas sino quien tiene un cielo. ¿Cual es la diferencia entre la soledad y el destino?

Me llamaste isla, quisiste habitarme, hacer crecer tu piel sobre mi tierra, deshacer mi invierno protegido y alumbrar el abandono elegido de la arena.
Pudiste quedarte, reposar tu futuro sobre mis ruinas y hacer, quizá, castillos en el aliento que lancé una y otra vez sobre tu nuca.

Pero no supiste verlo, amor.
No te diste cuenta de que mi isla era ya una isla, que tu boca no cabía en mi mar y que en el cielo no hay ventanas.
Nunca pudimos mirar el reloj a la vez y ahora el tiempo es una ola llena de recuerdos en los que tu ya no sonríes y yo ,de algún modo que todavía no entiendo, continúo a salvo.

Elvira Sastre