Te avisé sin prisa: Mi vida es una ventana abierta.
Pero todas las puertas están cerradas.
Tu me miraste la mano, y lo dijiste, así con el mar entre los dientes: no vuela quien tiene alas sino quien tiene un cielo. ¿Cual es la diferencia entre la soledad y el destino?
Me llamaste isla, quisiste habitarme, hacer crecer tu piel sobre mi tierra, deshacer mi invierno protegido y alumbrar el abandono elegido de la arena.
Pudiste quedarte, reposar tu futuro sobre mis ruinas y hacer, quizá, castillos en el aliento que lancé una y otra vez sobre tu nuca.
Pero no supiste verlo, amor.
No te diste cuenta de que mi isla era ya una isla, que tu boca no cabía en mi mar y que en el cielo no hay ventanas.
Nunca pudimos mirar el reloj a la vez y ahora el tiempo es una ola llena de recuerdos en los que tu ya no sonríes y yo ,de algún modo que todavía no entiendo, continúo a salvo.
Elvira Sastre
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