¿Puede la grandeza ocultar a nuestra vista la belleza de las cosas pequeñas? ¿Puede acostumbrarse la mirada a la belleza? ¿Tanto como para que pase desapercibida a nuestros ojos?
Me descubrí viendo las fotos de un paisaje familiar desde la perspectiva de quien lo mira por primera vez. Y me conmovió la belleza y la delicadeza que esa persona reflejó en la fotografía.
¡Qué grandeza es abrirse a la mirada del otro! A lo que para el otro es algo extraordinario y reconocer que, a veces he normalizado tanto la belleza, que no soy capaz de reconocer en ella lo extraordinario y lo busco fuera, fuera de lo cotidiano, cuando en realidad siempre estuvo delante de mis ojos.
¿Será que he perdido la capacidad de asombro o que el ir y venir de mis días me impide abrirme a lo pequeño y extraordinario?
La mirada ajena siento que me abre a un mundo de posibilidades y me recuerda que no tengo que irme muy lejos a buscar la belleza.
Las cosas sencillas y pequeñas, tienen esa capacidad de conmoverme, que me recuerda que la grandeza de la vida en realidad, son ellas.
Pd: dejo la otro foto, de ese paisaje que me conmovió y me recordó que muchas veces no sabemos valorar lo que tenemos delante.
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